LENGUAJE, CULTURA Y LEXICOGRAFÍA
(RESEÑA)
(RESEÑA)
HENRÍQUEZ GUARÍN, María Clara. Lenguaje, cultura y lexicografía. En: Litterae. Revista de asociación de exalumnos Nº 8. Seminario Andrés Bello. (1958 – 1998). p. 119 – 128.
Lenguaje y cultura, como bien lo señala al iniciar este artículo la profesora María Clara Henríquez, han sido definidas de varias maneras dependiendo obviamente del campo del saber que los aborde, así como del momento histórico y el paradigma que predomine en ese momento. Uno de los planteamientos que la profesora María Clara considera de vital importancia, especialmente para la antropología es el realizado por Duranti, quien en su último trabajo Antropología lingüística dedica el artículo <> al desarrollo de diferentes aspectos de la cultura, entre ellos el “La cultura como comunicación”, como sistema de signos. Desde este planteamiento, toda manifestación cultural es un acto de comunicación en el que se expresa o se da a conocer algo que es producto de la interacción humana.
Uno de los principales representantes de esta corriente es Clifford Geertz, quien se basa en Max Weber para definir cultura desde la semiótica como redes o tramas de significación que el hombre ha tejido. Su análisis por tanto debe ser interpretativo para poder hallar esas significaciones. Desde esta teoría el lenguaje es considerado como algo esencial porque provee el sistema más complejo de significación de la experiencia. Lenguaje y cultura son la forma simbólica de organizar el mundo. El lenguaje será una herramienta conceptual y social para expresar el mundo, es producto e instrumento de la cultura y servirá por tanto para describir, transformar, crear y construir la realidad que queremos representar.
La relación entre lenguaje y cultura ha sido estudiada desde diferentes perspectivas, pero desde la lexicografía, específicamente, son pocos los autores que han partido de esta relación. Luis Fernando Lara y Günther Haensch, lexicógrafos contemporáneos, ven la necesidad de tener en cuenta una visión más realista y empírica, menos purista y académica en la elaboración de diccionarios. Lara, en cuanto a la relación lengua, sociedad, cultura y diccionario, considera que la palabra es la concreción de relaciones de la lengua con el mundo, la realidad y el sentido […] el diccionario materializa el léxico y llega a ser un vehículo de reflexión y de interpretación de la manera como se articula: lenguaje - sociedad – historia y tradición. Es por ello que Lara considera que todo diccionario tiene un fundamento social y es por medio de él que se transmiten aspectos sociales y culturales indirectamente.
Visto desde esta perspectiva el diccionario es pensado como un objeto semiótico de cultura, como testimonio y depositario de un número determinados de conocimientos de una época y de una colectividad; por tal razón, dado que el diccionario está ligado más que a la gramática a la evolución cultural de la sociedad, a las demás ciencias y a la cultura misma, deja de ser una obra atemporal y neutral, afirma Ignacio Bosque.
En este orden de ideas se hace necesaria la asociación del diccionario con ideologías, pues es elaborado por un ser humano y es posible que - aunque de manera inconciente – el pensamiento del lexicógrafo o de quien lo elabora se vea reflejado, así como también se pueden evidenciar aspectos de la época, de un movimiento cultural, político, religioso, económica o del que dependa. De igual forma, Alvar señala que las obras lexicográficas reflejan tendencias ideológicas, pues quienes lo hacen son hombres y difícilmente podrán abandonar su pensamiento. Esto es casi que inevitable a pesar de la impasibilidad y neutralidad de la que habla Julio Casares, quien sugiere no dejar pasar a través de la pluma las exhibiciones individuales, desde las maneras de expresarse, el estilo, simpatía, antipatías, tendencias políticas, credos filosóficos, religiosos, etc. José Manuel Blecua por su parte, afirma que en la redacción de un artículo lexicográfico se da una disputa entre la objetividad del texto científico y el hecho de no dejar huellas lingüísticas del mecanismo de enunciación.
Lo anteriormente esbozado demuestra que los diccionarios se prestan a manipulación ideológica ya sea por ideologías o valores de grupos sociales o particulares, de manera tal que difícilmente se puede ser neutral y objetivo en la interpretación del mundo. Se debe como afirma Olaguíbel y Pascual reconocer esta limitante y buscar la neutralidad a través de la tolerancia.
La lexicografía ha estado atada al cultismo y al purismo y los lexicógrafos en vez de seguir una línea mediadora, siguen una línea de jueces, algunas veces parecen portavoces de la comunidad olvidándose del uso real del lenguaje. Con relación a este aspecto el profesor Lara considera que un vocablo como entrada, es lo que certifica la existencia social, la no existencia, por el contrario impugna su uso social.
José Pascal, Haensch y Lara propugnan por una actitud más abierta, realista y crítica de la labor lexicográfica y del usuario. Consideran que el diccionario se ha de consultar con flexibilidad, de tal forma que los hablantes pueden escoger lo que consideren, tienen la responsabilidad de escoger según sus propias creencias. Así mismo, Pascal es consciente de que un purismo extremo como un laxismo exagerado acaban por deformar el idioma, por tanto el lexicógrafo debe ser mediador entre lo que plantea la gramática y el hablante real.
La lexicografía, desde esta nueva postura que plantean estos autores, puede, a través de un análisis empírico y práctico, establecer un vínculo real entre el diccionario y la cultura, que da razón del cambio permanente a que están sujetos el mundo y la lengua, por supuesto no es tan fácil, sobre todo por la diversidad y evolución de la época dice Haensch: “Muchos diccionarios no existen todavía porque no son siempre barreras materiales, sino ideológicas las que impiden una renovación de la lexicografía hispanoamericana por nuevos métodos y nuevos tipos de diccionarios”.
Estos lexicógrafos tienen como objetivo la elaboración de diccionarios que den cuenta de la lengua común, es decir del uso diario, sobre todo porque “uno de los objetivos del diccionario es ayudar al usuario a decodificar enunciados lingüísticos, de tal forma que este debe registrar unidades léxicas poco ortodoxas, pero tan características de nuestra época”. Haensch lo plantea como un diccionario integral, que recoja todo el léxico de un país o de un área, sin tener en cuenta las unidades léxicas registradas se usan también en España o América, no es el hecho de añadir un número de americanismos al diccionario académico, ni lo exótico o folclórico, sino describir en nuevos inventarios lexicográficos la realidad del uso lingüístico, sobre todo el léxico actual, común y corriente y que es el menos conocido.
Lara quien viene trabajando en el Diccionario del español de México, también considera planteamientos similares: la lengua común que a veces es el resultado de nuevas necesidades de expresión, va creando la existencia de cada comunidad lingüística en un momento de la historia, quedándose al margen de los diccionarios; y las necesidades de información de un público hispanohablante se han visto traicionadas por unos diccionarios muy cultos y lejanos de la lengua que la gente usa comúnmente. Es por ello que nace la idea de un diccionario que este acorde con la cultura mexicana y libre de juicios valorativos, purismos y academicismo.
La tecnología y la informática han sido de gran ayuda en la elaboración de diccionarios, sobre todo en la creación del corpus y el almacenamiento del léxico, activo, pasivo, estándar y especializado que dé cuenta no solo de la lengua escrita sino también de lo oral. Otro aparte que señala la profesora María Clara, es el aprovechamiento de métodos cuantitativos propuestos por Labov, los cuales permiten analizar la lengua en uso, teniendo en cuenta lo social y lo situacional.
Henri Béjoint muestra có9mo el trabajo de campo puede ayudar a la labor lexicográfica. Algunas ventajas que se pueden presentar son a nivel de macroestructura, se verificar la frecuencia del lexema para su inclusión o no; en la microestructura, se puede establecer la pronunciación, propiedades sintácticas, uso, colocaciones, etc. Agrega también que si se tuviera en cuenta las categorías que la gente usa para definir o comprender una palabra, esto ayudaría a la redacción de definiciones más cercanas al usuario, ya que las que más aparecen muchas veces en el diccionario son muy elaboradas y no se comprenden con facilidad.
Finalmente, María Clara considera que la lexicografía actual se está basando en esos planteamientos teóricos y ayudas para la elaboración de diferentes diccionarios, insiste además que se debe estudiar el lenguaje en su contexto socio-cultural, pues es allí donde se determina el uso de las palabras y quienes pueden cambiar el uso de estas son los hablantes, que responden a las necesidades de una cultura.
Claudina Peralta Martínez
Lic. En Español y Literatura
Candidata a magister en Lingüística Española
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